La Ciencia de la Honestidad.
Según una investigación de la Universidad de
Notre Dame, realizada por Anita E. Kelly y sus colegas, dada
a conocer en la 120 Convención Anual de la Asociación Americana de
Psicología, podría existir una relación entre la honestidad y la salud:
decir la verdad mejora tanto la salud mental como la salud física.
Para llegar a esta conclusión, se llevó a cabo un
experimento con 55 personas durante 10 semanas, a las que se les
solicitó que redujeran al mínimo las mentiras cotidianas de forma premeditada,
mientras se hacía simultáneamente el seguimiento a un grupo control al que no
se le había dado ninguna instrucción sobre cómo comportarse.
Analizando una serie de parámetros ligados a la
salud, se comprobó que las personas que reducían su tendencia a decir
mentiras estaban más sanas, menos tensas y, sobre todo, sufrían menos
dolores de cabeza y menos problemas de irritación de garganta que el resto de
los participantes.
Vía | Biobiochile
|
PD: El descubrimiento citado en el artículo anterior nos da una esperanza, un tanto vaga, de que Leonel Fernandez enfermará y podría morir antes de su próxima elección como presidente en 2016, debido a su manía patológica de mentir el 100% de las veces que habla. La verdad es que Balaguer era casi igual de mentiroso y le faltó poco para llegar a los cien años.
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El bosón de Higgs para la abuela.
Por Antonio Martínez Ron.
Decía Albert Einstein que uno no ha entendido realmente algo hasta que no es capaz de explicárselo a su abuela. Aceptamos el reto e intentamos explicar de manera sencilla qué es la partícula de Higgs y por qué es trascendente su búsqueda.
Querida abuela:
La Física no es una cuestión tan complicada como parece. En los últimos meses, habrás escuchado hablar sobre esa partícula que los científicos se afanan en buscar con sus gigantescas máquinas en Ginebra y de la que depende buena parte de nuestro conocimiento sobre el mundo. La llaman el bosón de Higgs. Hace una semana, los físicos del CERN anunciaron que tenían la partícula acorralada y que pronto podrían decirnos tanto si existe como si no. ¿Cómo es posible que aún no lo sepan?, te preguntarás. ¿Y cómo puede tener tanta importancia una partícula tan insignificante que ni siquiera la podemos detectar?
El asunto, querida abuela, se remonta a hace 13.700 millones de años. Entonces se formó la materia y se produjeron unos niveles de energía increíbles en lo que conocemos como Big Bang. Pero vamos a saltarnos esta parte. Mucho tiempo después de aquello, nuestros científicos están intentando comprender de qué están hechas las cosas y, no menos importante, cómo permanecen unidas. Respecto a la primera pregunta, y tras muchos palos de ciego, los físicos han conseguido desentrañar el rompecabezas de la materia y ya tienen un catálogo muy interesante.
Las cosas están hechas de átomos, y dentro de estos átomos hay otras partículas más pequeñas como las que componen el núcleo, protones y neutrones, los electrones (que lo orbitan), los quarks, etc. Para encontrar nuevas partículas, los científicos las aceleran a una gran energía y las hacen chocar entre ellas en grandes colisionadores. Como la energía y la masa deben conservarse, cuando falta una parte al final del proceso los físicos saben que debe haberse creado una partícula nueva. Así se dedujo la existencia de otro personaje que se ha hecho muy popular últimamente, el famoso neutrino. Y así se busca el bosón de Higgs.
En cuanto a la forma en que se unen las cosas, después de muchas investigaciones sabemos que existen cuatro fuerzas fundamentales: la de la gravedad (la que hace que al pegar un saltito vuelvas a caer al suelo, por ejemplo), el electromagnetismo (que permite funcionar a los motores y a los teléfonos móviles), la fuerza nuclear fuerte (que mantiene unido el interior del núcleo de los átomos) y una cuarta fuerza conocida como fuerza nuclear débil y que aparecía en algunos procesos concretos, como el que se produce en los elementos radiactivos, como el uranio o el plutonio.
Pues bien, investigando este fenómeno, y en su afán por unificar las cosas, los científicos se dieron cuenta de que a altas energías, la fuerza débil y el electromagnetismo se comportaban igual, pero a bajas energías eran muy diferentes. La partícula responsable del electromagnetismo, el fotón, no tenía masa, pero las partículas responsables de la interacción débil, llamadas bosones W y Z, tenían una masa enorme. Es decir, a altas energías se comportaban igual que el fotón, como si no tuvieran masa, pero a bajas energías no. La pregunta que surgió entonces era aún más interesante. Ya sabíamos de qué están hechas las cosas y cómo permanecen unidas pero, ¿por qué tienen masa las partículas?
En 1964, un físico británico llamado Peter Higgs propuso una solución que otros desarrollarían más tarde: existía un campo, invisible pero presente en todo el universo desde el Big Bang, que era el responsable de darle masa a las cosas. ¿Cómo lo hacía? Para entenderlo, necesito que te imagines el universo como una gigantesca piscina. Todo lo que avanza en el agua se encuentra una resistencia, luego el agua (el campo de Higgs) es lo que les da la masa. Unas partículas encuentran mucha resistencia (tienen más masa) y otras no encuentran ninguna (como los fotones, la luz). Igual que el agua está compuesta de moléculas, ese campo de Higgs está compuesto de una serie de partículas hipotéticas, las conocidas como bosones de Higgs.
Para entenderlo, voy a adaptar un ejemplo que ponen los científicos del CERN. Imaginemos una sala llena de abuelas. Cada una de ellas sería un bosón y juntas compondrían el campo de Higgs (el agua del anterior ejemplo). Si entrara alguien muy famoso en la habitación, se producirá una expectación en torno a él que terminará traducida en cierta resistencia a su avance. En este caso el famoso sería como una partícula y el campo de Higgs serían las abuelas, que le harían ganar masa. Mi amigo Ismael lo explicaba el otro día con una playa por la que avanzara un vendedor de helados con su carrito y que estuviera llena de niños invisibles. Los críos se arremolinarían en torno a él y le impedirían avanzar, dándole masa. En este caso los niños serían los bosones de Higgs.
¿Vas viendo por dónde van los tiros? Tranquila, aún estamos empezando y volveremos sobre este asunto. Para que lo entiendas mejor, debes saber que todo el conocimiento que te he expuesto anteriormente compone lo que los físicos conocen como Modelo Estándar de la Física. Se trata de una ecuación con muchísimas variables y funciona perfectamente para todo lo que nos proponemos. Y ahora sí, agárrate abuela, porque ésta es la ecuación:
¿Impresionada? No era mi intención asustarte, solo te he puesto la fórmula para que te fijes en un detalle y comprendas por qué se empeñan los científicos en buscar el bosón de Higgs. Vuelve a mirar la ecuación y fíjate en las "H". Ese valor representado en la fórmula es el bosón de Higgs y, aunque no lo hemos encontrado, es fundamental para que el Universo se comporte como se comporta, ya que cada vez que ponemos en marcha la ecuación, nuestras predicciones funcionan.
¿Por qué es tan difícil encontrar el bosón de Higgs? Aunque tenemos medidas indirectas de la existencia del campo de Higgs, hay que encontrar la partícula para tener la certeza de que existe. Pero esto es realmente difícil, porque cuando intentamos verlos, los bosones de Higgs se desintegran inmediatamente hacia otro tipo de partículas y no hay manera de registrarlo.
Para que te hagas una idea, la vida media (en reposo) de un bosón de Higgs de 125 GeV es de una billonésima de billonésima de segundo, un yoctosegundo (¡qué palabra para presumir con las amigas!). Lo que están haciendo con esa gran máquina de Suiza, el LHC, es hacer que muchas partículas choquen entre sí a gran velocidad y ver las huellas que deja tras de sí el bosón. De momento, las pruebas no son lo suficientemente precisas para encontrarlo pero sí para "acorralarlo", ya saben en qué abanico de energía puede aparecer y como lo irán estrechando en los próximos meses, pronto sabemos si esa "H" de la ecuación existe, si en realidad son varias partículas en vez de una o si no hay rastro del famoso bosón y a los físicos les toca volver a echar cuentas.
Veremos qué sucede a lo largo del año de 2012 y volveré a contarte qué han encontrado y si sabemos un poquito más de nuestro universo o seguimos hechos un lío.
Hasta entonces, cuídate mucho. Recuerdos al abuelo.
Antonio.
*PD. Ninguna abuela resultó herida durante la elaboración de este artículo. Si tu abuela es licenciada en física y no necesita que su nieto le explique nada, échale la culpa a Einstein, por basarse en estereotipos caducos e injustos sobre las abuelas.
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El bosón de Higgs.
El Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) de España, ha confirmado la existencia de la llamada ‘partícula de Dios’, el enigmático e infinitesimal bosón de Higgs, hallazgo fascinante que corona felizmente el éxito del Gran Colisionador de Hadrones (LHC), hecho que constituye un hito en la historia de la física de partículas, y una nueva etapa de la ciencia en ésta, nuestra era intrépida.
La existencia de esa partícula fue planteada como una posibilidad teórica por el brillante físico Robert Higgs en 1964. Dicho bosón es considerado la partícula elemental (o cuánto) que en conjunto con los fotones de la interacción electromagnética, los bosones W y Z de la fuerza nuclear débil o los bosones G de la fuerza nuclear fuerte, conforman el "campo de Higgs".
El hallazgo viene a confirmar el modelo estándar, ya que esa partícula es la proveedora de la masa del resto de partículas, fenómeno imprescindible para que la masa pueda mantener unidad, posibilitando así la existencia de nuestro universo.
Este es quizá el descubrimiento mas importante en toda la historia de la Física teórica, ya que según Higgs, "existe un campo de energía que permea todo el Universo, y las partículas se mueven a través de ese campo igual que los peces lo hacen a través del agua o un avión a través del aire. Cuanto mayor es la partícula, más resistencia encuentra al moverse". Esa es la razón por la que dicho bosón ha recibido el nombre, quizá muy adecuado, de "particula divina".
El Dr. Higgs estuvo presente ayer en la ceremonia donde se confirmó el hallazgo de la partícula planteada matemáticamente por él, y la prensa europea dijo que el científico "no podía contener las lágrimas". Sin dudas, es un hecho grandioso.
Viva la ciencia...!
Nuestro blog recomienda a los lectores interesados documentarse mas sobre este evento sin precedentes en la historia de la ciencia. En la web existe abundante literatura sobre el tema.
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PARA SER UN BUEN GOBERNANTE.
Autor Desconocido.
Una vez, en tiempos muy remotos, el Rey de un gran imperio envió a su hijo, el príncipe, al templo a estudiar con un gran maestro.
Debido a que el príncipe tenía que suceder a su padre como Rey, el gran maestro tenía que enseñar al muchacho los principios fundamentales para ser un buen gobernante.
Apenas el príncipe llegó al templo, el maestro lo envió solo al bosque, donde al cabo de un año, el joven muchacho tenía que volver al templo para describir el sonido del bosque.
Cuando el príncipe volvió, el maestro le dijo que describiera todo lo que había podido oír en el bosque:
- Maestro, pude oír el ruido de las hojas, el zumbido de los colibríes, el cantar de los cuclillos, el chirrido de los grillos, el rumor de la hierba, el zumbido de las abejas, el susurro y grito del viento.
Cuando el príncipe terminó, el maestro le dijo que volviera al bosque de nuevo para escuchar qué más podía oír. El príncipe se quedó perplejo por la petición del maestro. ¿No había discernido ya todos los sonidos?
Durante días y noches sin fin, el joven muchacho sentado a solas en el bosque, escuchaba. Pero no oía más sonidos nuevos.
Una mañana, cuando el príncipe estaba sentado debajo de los árboles empezó a distinguir unos sonidos débiles diferentes de los que había oído. Con mayor atención, más claros los percibía. Una sensación envolvió al muchacho: Estos son los sonidos que el maestro deseaba que distinguiera.
Al cabo de un año, cuando el príncipe volvió al templo otra vez, el maestro le preguntó si había oído algo más.
- Maestro, pude oír lo que no se oye, el sonido de las flores al abrirse, el sonido del sol calentando la tierra y el sonido de la tierra bebiendo el rocío de la mañana.
El maestro no tuvo más que asentir con la cabeza aprobando, y dijo:
- Oír lo que no se oye, es una disciplina necesaria para ser un buen gobernante. Pues sólo cuando un gobernante ha aprendido a escuchar atentamente los corazones de las personas, a escuchar sus sentimientos no comunicados, las penas no expresadas y las quejas no proferidas, puede esperar inspirar confianza en su pueblo, comprender cuando algo está mal y satisfacer las verdaderas necesidades de sus ciudadanos.
El maestro continuó:
- La muerte de un grupo llega cuando el líder sólo escucha las palabras superficiales y no entra profundamente en el alma de las personas para oír sus verdaderas opiniones, sentimientos y deseos.
Una vez, en tiempos muy remotos, el Rey de un gran imperio envió a su hijo, el príncipe, al templo a estudiar con un gran maestro.
Debido a que el príncipe tenía que suceder a su padre como Rey, el gran maestro tenía que enseñar al muchacho los principios fundamentales para ser un buen gobernante.
Apenas el príncipe llegó al templo, el maestro lo envió solo al bosque, donde al cabo de un año, el joven muchacho tenía que volver al templo para describir el sonido del bosque.
Cuando el príncipe volvió, el maestro le dijo que describiera todo lo que había podido oír en el bosque:
- Maestro, pude oír el ruido de las hojas, el zumbido de los colibríes, el cantar de los cuclillos, el chirrido de los grillos, el rumor de la hierba, el zumbido de las abejas, el susurro y grito del viento.
Cuando el príncipe terminó, el maestro le dijo que volviera al bosque de nuevo para escuchar qué más podía oír. El príncipe se quedó perplejo por la petición del maestro. ¿No había discernido ya todos los sonidos?
Durante días y noches sin fin, el joven muchacho sentado a solas en el bosque, escuchaba. Pero no oía más sonidos nuevos.
Una mañana, cuando el príncipe estaba sentado debajo de los árboles empezó a distinguir unos sonidos débiles diferentes de los que había oído. Con mayor atención, más claros los percibía. Una sensación envolvió al muchacho: Estos son los sonidos que el maestro deseaba que distinguiera.
Al cabo de un año, cuando el príncipe volvió al templo otra vez, el maestro le preguntó si había oído algo más.
- Maestro, pude oír lo que no se oye, el sonido de las flores al abrirse, el sonido del sol calentando la tierra y el sonido de la tierra bebiendo el rocío de la mañana.
El maestro no tuvo más que asentir con la cabeza aprobando, y dijo:
- Oír lo que no se oye, es una disciplina necesaria para ser un buen gobernante. Pues sólo cuando un gobernante ha aprendido a escuchar atentamente los corazones de las personas, a escuchar sus sentimientos no comunicados, las penas no expresadas y las quejas no proferidas, puede esperar inspirar confianza en su pueblo, comprender cuando algo está mal y satisfacer las verdaderas necesidades de sus ciudadanos.
El maestro continuó:
- La muerte de un grupo llega cuando el líder sólo escucha las palabras superficiales y no entra profundamente en el alma de las personas para oír sus verdaderas opiniones, sentimientos y deseos.
Post data: Cualquier similitud con Leonel Farsante sería un grave error de interpretación por parte del lector.
¿Hay Alguna Esperanza para la Libertad?
Tomado del blog Xataka ciencia.
Tal y como dejó escrito Hippolyte Taine, un resumen de la naturaleza humana basado en las obras de Shakespeare definiría al hombre como una máquina nerviosa, gobernada por un capricho, dispuesta a las alucinaciones, transportada por pasiones sin freno, esencialmente no razonadora… y conducida al azar, por las circunstancias más determinadas y complejas, el dolor, el crimen, la locura y la muerte.
Sin embago, no hace falta fijarnos en todos los condicionantes biológicos, psicológicos, sociales, genéticos y demás que parecen encadenar nuestra libertad. Si afinamos nuestra vista y somos capaces de registrar al ser humano como una pequeña parte de un todo, a nivel físico tampoco hay muchas esperanzas para la libertad. O, al menos, el debate sigue ciertamente muy abierto.
Leyendo el prólogo del último libro del director del Centro de Neurociencia Cognitiva del Dartmouth College, Michael S. Gazzaniga, Michael S. Gazzaniga, ¿Quién manda aquí?, me he encontrado una estupenda síntesis de ese debate físico sobre el libre albedrío, que me gustaría hacer extensivo a vosotros (ahí abajo tenéis los comentarios para decir la vuestra o para aportar bibliografía al respecto).
Lo que señala es la pura evidencia: que vivimos en un mundo regido por leyes físicas, y nosotros formamos parte de ese mundo: en consecuencia, también estamos regidos por leyes físicas, por encima de las leyes genéticas, psicológicas, sociales y demás. Porque las leyes físicas también rigen nuestra conducta y nuestras decisiones, que solo son determinadas disposiciones de átomos.
Sin embargo, para evitar este determinismo tan cerrado, los físicos cuánticos han afirmado que existe cierta flexibilidad en cuando a la idea del determinismo. Existe incertidumbre en el nivel atómico y molecular, ahí está el Principio de Indeterminación de Heisenberg, así pues ¿existe margen para escoger hacer una cosa u otra? ¿Nuestro comportamiento no está completamente determinado por el instante del Big Bang, como si nuestras neuronas fueran bolas de billar y el Big Bang una gran tacada?
Esta tesis ha sido defendida, por ejemplo, por Roger Penrose en su libro La nueva mente del emperador. Penrose defiende que la conciencia humana es no-computacional, no se puede describrir como otros aspectos del ser humano. En otras palabras, un ordenador jamás podrá simular lo que hace un cerebro. Así, nuestros procesos mentales (muchos de ellos) proceden de la mecánica cuántica y no está sujeta a la física clásica (la computacional). Esto es posible porque a nivel de partículas dos alternativas pueden coexistir, una partícula puede estar en dos lugares a la vez. Su idea es que el cerebro se aprovecha de este proceso en las estructuras más pequeñas de las que está constituido dentro de las mismas neuronas.
Daniel Dennett en La evolución de la libertad también ataja este problema desde la vertiente más positiva, tal y como lo hace también Michael S. Gazzaniga.
Sin embargo, otros autores sostienen que las incertidumbres atómicas no son relevantes para el funcionamiento del sistema nervioso y el modo en que finalmente produce la mente humana.
Una comprensión más completa del cerebro humano nos permitirá descubrir si esto es así o no. Sin embargo, aún cabría resolver otro escollo: que la mecánica cuántica nos impida poder calcular la posición, velocidad y energía de todas las partículas que nos rodean (incluso las que nos constituyen) no significa que no exista determinismo: lo único que implica es que no se puede computar, que nunca podremos predecir el futuro. O que un sistema dentro del sistema no puede calcular ese sistema, lo cual nos obligaría a hacer nuestros cálculos desde, por ejemplo, otro universo.
Tal vez no haya una respuesta tajante al respecto, tal vez no haya determinismo sino una mezcla de determinismo e indeterminismo. En cualquier caso, mi opinión al respecto es pesimista: considero que somos sistemas deterministas y, por tanto, la vida es una mera ilusión. La materia forma un planeta y forma un cerebro, pero sólo el segundo cree que está vivo y que es un individuo. Así, no existiría la materia viva, existiría la materia a secas. La vida no es más que una propiedad de la materia. La vida no es más que un proceso. Si le preguntamos a una mitocondria si está viva nos dirá que sí, pero lo único que hace es realizar su trabajo bajo unos parámetros establecidos. Y todo lo que progresivamente se va descubrimiento sobre el funcionamiento del universo y de nosotros mismos nos hacen pensar que nosotros obramos del mismo modo.
Ante lo expuesto, ¿vosotros qué opináis?