...al Estado, ni a la Sociedad, ni a la Democracia. Sólo agregan costos.
Por Alberto Díaz D.
La administración pública es una gran industria y como tal, consiste en un multiproceso socioeconómico complejo en el cual intervienen muchos agentes que realizan diversas actividades, muchas de las cuales agregan valor, mientras que otras no. Como en la empresa privada, las actividades que no agregan valor sólo sirven para agregar costo y, en consecuencia, deben ser eliminadas de los procesos.
Entonces, la primera exigencia que deben hacer los contribuyentes o inversionistas de esa gran empresa que se denomina “El Estado” a los gobernantes, que son los administradores de esas inversiones, es que tienen que agregar valor para los clientes que, caso curioso, resultan ser los mismos ciudadanos del país, también conocidos hoy día como “los consumidores”.
En la República Dominicana y en la mayoría de los países donde impera el sistema de partidos o democracia de masas, esas organizaciones no agregan valor al Estado, ni a la sociedad, ni al sistema democrático, pues la única prioridad de los partidos políticos es el enriquecimiento de sus altos dirigentes y de su entorno inmediato, y el costo de lograr ese objetivo es pagado por los contribuyentes, es decir por la gente que trabaja honestamente y paga sus impuestos, no recibe un reembolso justo ni equitativo, como sería la norma en una democracia real y auténtica, pues los partidos se apoderan de una considerable cuota de la riqueza tributada por el pueblo a los gobiernos.
Agregar valor, para estos fines, consiste en devolver la inversión hecha por los contribuyentes traducida en progreso, es decir: Buen servicio de energía, buena educación, buen servicio de salud, orden público, vías de comunicación adecuadas para transportar las riquezas creadas por la nación, estímulo a la producción alimentaria, apoyo a la pequeña y mediana empresa, etc.
Pero nuestro país es uno de los mejores ejemplos de una gestión desastrosa en ese sentido, pues durante los últimos ocho años de gobierno la deuda pública ha crecido en aproximadamente dieciseis mil millones de dóares, lo que significa que se ha elevado a la friolera de veintidos mil millones de dólares, aunque el país ha retrocedido dramáticamente en educación, salud pública, producción agrícola, orden público y en otras áreas de suma importancia para el desarrollo nacional y el afianzamieno de la democracia.
Encima de ese endeudamiento que ya casi agota la capacidad crediticia del país, hay que decir que hemos tenido los presupuestos de gastos públicos mas elevados de la historia reciente, con la consiguiente carga impositiva que conlleva semejante barbaridad. Todo ello para financiar las obras faraónicas del presidente Fernández, un narcisista obsesionado con la idea de perpetuar su nombre por medio de esas obras monumentales, al tiempo que enriquece a los ejecutores de tales proyectos, así como los miembros de entorno político, y descuida las responsabilidades básicas de un gobernante idóneo, tales como la salud, la educación y la vivienda, etc.
Si ese es el costo que debemos pagar por nuestra “democracia” mejor no la queremos. Un gobierno que utiliza el dinero de los contribuyentes para los propósitos de un partido y sus dirigentes, no puede ser considerado democrático, ni capaz, ni honesto. Asi que estamos obligados a elegir un equipo gobernante que respete al pueblo y cumpla con las responsabilidades que le encargan la constitución y las leyes de la república. Como se predica en los litorales mercadológicos, el gobierno tiene que agregar valor para su mercado, que son los contribuyentes. Eso significa que debe administrar los fondos públicos con eficacia, eficiencia y honradez suficientes, de manera que los índices relacionados con el desarrollo humano puedan elevarse en una medida capaz de impulsar el desarrollo nacional.
Es tiempo de darles la espalda a los partidos que nos han gobernado en la etapa post trujillista, que sin excepción, sólo han servido para agregar costos al Estado, a la sociedad y a la democracia, cuando lo que se necesita es agregar valor para esas entidades.
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LA DECISION DEL VOTANTE.
Por Alberto Díaz D.
Las decisiones que toman los políticos raras veces tienen ribetes éticos. Tales decisiones están generalmente enmarcadas en el pensamiento de Nicolás Maquiavelo, oscuro personaje del renacimiento que todavía tiene vigencia como el santo patrón de la clase política mundial, estirpe de víboras cuya actuación se resume en el aforismo inmoral que reza “el fin justifica los medios”.
Las decisiones políticas de los ciudadanos comunes, por ejemplo la decisión de votar, se enfoca principalmente en dos vertientes. En primer lugar, el ciudadano tributa su voto al candidato que a su juicio puede realizar una gestión de gobierno que le reporte algunos beneficios sociales e incluso un posible empleo para sí mismo o para algunos parientes cercanos. En segundo orden, el sufragante es un simpatizante del partido de su padre o madre, de sus hermanos o de su pareja, etc. Es decir, se trata de un vínculo emocional entre el sujeto votante y el partido o el candidato.
Pero el ciudadano de una democracia debería hacer algunas reflexiones antes de otorgar su voto a uno u otro partido, y tratar de que el ejercicio del sufragio sea mas racional y contribuya mas significativamente a subir peldaños en la escalera del desarrollo verdadero, y a mejorar las cosas en el país de que se trate.
Normalmente no voto, pues lo que he visto a lo largo de mi vida es suficiente para llegar a la conclusión de que la democracia participativa, tal como se practica en la República Dominicana, es un fraude, un gran engaño, un crimen social. Pero no soy tan rígido como para mantenerme toda la vida al margen del proceso electoral. A veces he creído necesario hacerlo, por ejemplo en 1978. En ese momento Balaguer llevaba tres periodos consecutivos persiguiendo y asesinando a sus opositores, y quería continuar, así que decidí favorecer al PRD de entonces, aunque no me simpatizaba, como tampoco me simpatiza ahora.
Y lo mismo me pasa en este momento. La junta con Balaguer parece que contagió profundamente al PLD y lo que existe en el país parece ser una reencarnación del gobierno balaguerista de los doce años. He reflexionado profundamente sobre mi decisión de votar en las elecciones de mañana, domingo 20de mayo, y mi conclusión es la siguiente:
• Danilo Medina es un candidato cautivo del sistema de gobierno criminal que ha
creado Leonel Fernández, que consiste en disponer del dinero del Estado para
financiar su proyecto de poder personal.
•Votar por Danilo Medina significa aprobar la extorsión cometida por Leonel
Fernández y Félix Bautista con aquel préstamo de la Sun Land. De hecho, Danilo
ha declarado a la prensa nacional que Félix Bautista es un hombre serio, y que
esas son calumnias del PRD, cuando todo el país los documentos
comprobatorios de ese robo descarado.
•Votar por Danilo Medina equivale a respaldar la impunidad para que Leonel
Fernández, Félix Bautista, Francisco Javier García, Felucho Jiménez y los demás
Miembros de la infame banda morada se puedan burlar del pueblo dominicano
evadiendo la justicia.
•Votar por el candidato del PLD sería la garantía para que Leonel Fernández
recibe de vuelta la presidencia en el 2016, a un altísimo costo económico, pues
para lograrlo tendrá que ser con una gran inversión sin precedentes en una
campaña. De manera que aquí tendríamos un juego semejante al de Putin y
Mendevev en la Rusia actual. En el primer juego fue Putin el presidente y
Mendevev su primer ministro. En el segundo juego fue Mendevev el presidente,
y Putin el primer ministro, y ahora, en el tercer juego, Putin es el presidente y
Mendevev el primer ministro. Eso no es otra cosa que dictadura, “la dictadura
perfecta”, como la llamaría el premio nobel Mario Vargas Llosa.
•Me parece patriótico el voto contra una dictadura que se está entronizando en
nuestro país frente a los ojos de todos los dominicanos. Creo también que el
voto debe darse a favor de Hipólito Mejía, que es el único que puede derrotar esa
pandilla usurpadora del erario público en su provecho personal. No porque ese
candidato sea un modelo de moralidad y virtudes. Se trata de tomar una
decisión política necesaria, y las decisiones políticas de los ciudadanos no tienen
que ser virtuosas. Si usted quiere, siga la norma que sugiere que “entre dos
males se escoge el menor”.
•Me parece inmoral y antipatriótico votar por un partido que ha manejado el
Estado como patrimonio personal. Como ha dicho el brillante economista
Miguel Ceara Hatton, lo que ha hecho Leonel Fernández del gobierno es una
corporación.