Jennifer Moore, Periodista canadiense de
prensa y radio radicada en Ecuador, especialista en asuntos mineros, ha difundido sus documentales radiales por la radio pública de Canadá, la CBC y The Green Planet Monitor, además de
varias producciones de la Asociación Nacional de Radios Comunitarias y Universitarias
de Canadá, sobre los daños que causan las empresas mineras transnacionales en los países donde operan, saqueando las riquezas no renovables.
A continuación reproducimos su brillante análisis sobre los mitos y realidades de la minería transnacional.
Mitos y realidades de la
minería transnacional-1
Por Jennifer Moore.
La minería de gran
escala se ha convertido en una de las principales actividades económicas del
mundo. En buena medida se localiza en países en vías de desarrollo, cuya
legislación es supremamente favorable para los intereses privados de las
transnacionales de la exploración, explotación y exportación. En el presente
artículo, Jennifer Moore, autora de múltiples estudios sobre el tema y quien
cuenta con una experiencia de varios años monitoreando el problema, analiza –a
la luz de algunos mitos que se tejen sobre la gran minería– los perjuicios
causados y los abusos cometidos en la gran minería transnacional en América
Latina.
Desarrollo
Mito #1: Empleo y crecimiento económico local
– La gran minería genera
oportunidades económicas y laborales para la población local.
Los proyectos mineros a gran escala generan una
demanda intensiva de trabajo en las fases iniciales, lo que crea la ilusión de
trabajo permanente. Generalmente el peor trabajo queda para los vecinos del
lugar y los puestos mejor pagados y más altos son para gente de afuera.
Ejemplo: Durante la fase de construcción de la mina
San Martín en Honduras en el año 2000, hubo más de 1.000 puestos de trabajo.
Ahora que la mina está en la última fase de operación (cierre), hay 76 personas
trabajando.1
La minería metálica industrial emplea 2,75 millones
de personas, lo cual representa 0,09% de los puestos de trabajo a nivel
mundial; la minería de pequeña escala emplea 13 millones. Según la Organización
Internacional del Trabajo, OIT, entre 1995 y 2000 la tercera parte de los
trabajadores mineros en los 25 países de mayor producción de minerales
perdieron su trabajo. La razón principal: la introducción de nueva tecnología
que desplaza la mano de obra.2
Además, la rentabilidad de esta actividad económica
es cíclica y depende principalmente de los precios de metales en el mercado
internacional. Las poblaciones locales pierden el control de las principales
variables de su economía, la cual pasa a responder a intereses anónimos y
especulativos. Según Derechos en Acción, la duración de una mina en promedio es
de 10 a 15 años.3
Adicionalmente, la minería impone primarización de
la economía, lo que impide agregar valor y desarrollo económico. Earthworks ha
observado: “Al inicio de la operación de una mina, la actividad económica local
crece notablemente. Hay nuevas vías y nuevas viviendas construidas para los
mineros; también se establecen pequeños negocios para atender la mina y sus
trabajadores. Pero aquellas economías frecuentemente se debilitan por el fenómeno
llamado company town, es decir: hay poca actividad económica
independiente de la mina. Este nivel de dependencia no genera estabilidad
económica a largo plazo.”4
Mito #2: La minería invierte enormes recursos
necesarios para el desarrollo.
Las empresas mineras hacen grandes inversiones en
instalaciones necesarias para la extracción de metales. Pero en carreteras y
otra infraestructura, que pueden beneficiar a la población, las empresas hacen
los gastos mínimos y utilizan recursos del Estado para construir su
infraestructura.
Ejemplo: República Dominicana, donde Goldcorp y
Barrick Gold proponen reabrir la mina de oro Pueblo Viejo. Entre 1979 y 1999 la
mina funcionaba bajo la empresa estatal Rosario Dominicana S.A. Ahora 100
familias viven en extrema pobreza sin acceso al agua potable en sus
alrededores. Por un acuerdo entre las empresas y el Estado dominicano, el
gobierno es responsable de ubicar el agua necesaria para las nuevas
operaciones, reubicar alrededor de 1000 pobladores, remediar los pasivos ambientales
de la operación anterior y adquirir los derechos necesarios de tierras. El solo
arreglo de los pasivos ambientales tiene un valor estimado de US $100 millones.5
Otro ejemplo ocurre en Argentina donde Barrick
Gold, que explota la mina Veladero, descuenta del pago de regalías a la
provincia de San Juan todas sus acciones de “responsabilidad social empresaria”
y diversos aportes de dinero a instituciones locales. Es decir que la política
de relaciones comunitarias de la empresa la paga el propio Estado provincial.
Mito #3: Los beneficios de la minería se quedan en
los países donde se extraen los minerales, y las empresas contribuyen con
impuestos para el desarrollo del país.
Con mucha frecuencia la minería deja a su paso
descomposición social, desplazamiento, pobreza, contaminación y destrucción
ambiental permanente. Los beneficios se van para el Norte, a las empresas y a
sus inversionistas. Por eso, se habla de la “la maldición de los recursos
naturales”.
Ejemplo: En el caso de Chile, conocido como país
minero, según César Padilla del Observatorio de Conflictos Mineros de América
Latina (OCMAL), hay un marco legal que favorece a las transnacionales y 70% de
la producción de cobre está en manos extranjeras. En cuanto a la tributación,
constata que sólo 3 de 47 mineras extranjeras de cobre arrojan pequeñas
utilidades y el resto “a través de resquicios legales, manipulan sus balances
para presentar pérdidas”; por eso no pagan impuestos.6
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